El cuento ha sido, a través de la historia, la primera aplicación informal del idioma. Este prehistórico descubrimiento del hombre, –de utilizar la comunicación oral como elemento de esparcimiento– sentó las bases de lo que es hoy una de las ramas más habituales de la literatura: El Cuento.
Y sobre esta plataforma, el objetivo clímax de «Diálogos Breves» se decanta en el arte de exponer lo máximo expresado con el mínimo. De convertir lo ordinario en extraordinario; lo aburrido en divertido y lo viejo en nuevo. Contrastando la sencillez de su vertiente costumbrista contra el complejo carácter de la literatura contemporánea, y entre la barata ineptitud de la escritura explícita, contra la refinada exquisitez de la escritura implícita. He ahí precisamente donde radica la excelencia de «Diálogos Breves».
La imposibilidad de establecer nuevas pautas en el renglón de las letras, –a estas alturas de la historia– ha resultado en el ridiculismo literario actual. Por lo que la novedad y originalidad del cuento residen en el uso de la elegancia de la escritura a través de un estilo cualquiera en forma amena e instructiva. En otras palabras, sería como un tesoro enterrado que no logra su valor real hasta cuando ha sido descubierto, apreciado y puesto en uso. Igualmente el arte, que mientras no emerge a la crítica popular para ser admirado y aquilatado, no se traduce en arte propiamente dicho. Y es aquí precisamente cuando «Diálogos Breves» cobra vida y adquiere identidad propia.
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