Excerpt
El domingo 31 de octubre de ese mismo ao, despus de varios cambios de fechas, mi mam y mi ta llegaron a visitarnos algunos das. Para m haba sido muy especial que se hubiera dado el cambio de fecha porque al da siguiente, un lunes, yo tendra mi primera ecografa y compartir con mi madre informacin sobre el beb sera algo que se plasmara en mi mente por siempre. Al menos eso era lo que yo pensaba en ese momento, sin sospechar que las cosas iran ms all que el simple hecho de compartir el resultado del sexo del beb.
Ese domingo todo transcurri con felicidad y mucha dicha por tener a mi mam y mi ta en casa. Mi madre ya conoca la ciudad y nuestra casa, pero debido a la visita de mi ta, salimos por la tarde para mostrarles cmo era nuestra vida en Madison.
Al da siguiente, como en todo inicio de semana, dej a Eduardo en el knder, pero al llegar a casa horas antes de mi cita, me invadi una tristeza y un temor que no me dejaba pensar lgicamente. Tema por el beb, senta que las cosas no iban a estar bien; a la vez senta remordimiento por haberle exigido a mi mente y a la vida, en los meses anteriores, que ese beb tendra que ser una nia.
Qu cosa ms estpida!, me repeta a m misma. No me importa si es nio o nia, slo quiero saber est bien y sano, pues algo muy dentro de m me indicaba que algo poda estar mal.
Era tal mi miedo, que recuerdo haber roto en llanto en los brazos de mi madre esa maana. Ella, muy confundida, no entenda qu pasaba y yo slo le repeta que tena miedo, mucho miedo.
Y sin nadie saberlo, esas lgrimas que derram seran las primeras de muchas que vendran despus.
Mi madre me tranquiliz con su clido amor y me dijo que todo estara bien. Part para la clnica y ah me encontr con Carlos. Apenas lo vi, le dije: Tengo miedo, mucho miedo de que algo est mal con el beb. En eso escuch mi nombre: la enfermera me llamaba para pasar al cuarto donde realizaran la ecografa.
Era un cuarto con luz tenue, con sbanas azules sobre las camillas y divanes de trabajo; mi corazn tema estar ah, como sabiendo que algo no saldra bien. Mi marido y yo entramos al cuarto y el estudio comenz. Para entonces, mi prioridad no era saber el sexo del beb, sino solamente saber que se encontrara bien. A escasos minutos del estudio, la radiloga comenz hacer preguntas que yo saba no estaban dentro del margen normal de interrogantes en ese tipo de estudios.
Empez preguntando si era nuestro primer hijo; respondimos que era el segundo. Despus empez a hacer mucho nfasis en que si algn familiar o incluso Eduardo, nuestro primognito, padeca algn problema renal. Mir a Carlos a los ojos y le dije, con una mirada llena de angustia y voz temblorosa: Algo anda mal.
Sal de ese cuarto con las extremidades heladas, incapaz de sentir los pasos que daba; no pude contener el llanto. Ahora en brazos de Carlos, le repeta una y otra vez: Yo saba algo no andaba bien, mi beb no est bien. l me abraz y me dijo: No me separar de ti hasta saber bien qu est pasando.
Mientras esperbamos en una sala para entrar con la doctora, llam a mi madre y, conteniendo el llanto y fingiendo un tono de voz sereno, le dije que bamos a demorarnos un poco ms porque las cosas no estaban del todo bien. Nos haban notificado que era un varoncito, pero que haba algo en sus riones que les haca pensar que nos enfrentbamos a un problema.
Al ver la cara de la doctora cuando entr al consultorio, no necesit que dijera nada; slo al ver su rostro supe que algo muy grave pasaba con mi bebecito. Nos explic que, efectivamente, el beb era un varoncito y que en sus riones haban detectado quistes. De ah me refiri con una doctora especializada en embarazos de alto riesgo y una genetista. Me dijo que ella no poda ahondar mucho en la situacin, pero que esa tarde la genetista se comunicara con nosotros para explicarnos ms sobre el problema.
Desde ese momento, se hizo un gran silencio entre Carlos y yo, un silencio invadido de sentimientos nada agradables: temor, tristeza, incertidumbre, decepcin. Quizs dur hasta que llegamos al estacionamiento de la clnica. l subi a su camioneta y yo a mi auto. Manej hasta donde se encontraban mi mam y mi ta, ya que mientras acuda a mi cita, ellas me esperaban en un centro comercial cerca de la clnica. Todo el camino llor como nia chiquita, sin importar que la gente me viera o me escuchara; mi tristeza era ms grande que el qu dirn.
Al ver a mi madre, corr a sus brazos y le dije:
Mi nio est mal, tiene un problema serio en los riones, pero no s muy bien de qu se trata, solo s que las cosas no estn nada bien.
Y me aferr a ella como cuando era nia, tratando de encontrar consuelo y una solucin a la pena tan grande que me embargaba. En ese momento, perd nocin del tiempo y ms que sentir que era una mujer de veintiocho aos, me sent como una nia de cinco aos con mucho miedo y buscando la seguridad que slo una madre puede brindar.
La casa se transform. La alegra y la dicha que invadan nuestro hogar horas antes se convirtieron en sentimientos de incertidumbre, tristeza y temor. Todo se vea distinto: los muebles, la luz del da, los juguetes de Eduardo, todo estaba empapado de tristeza y mucho temor.
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